Venezuela y sus responsabilidades frente al cambio climático

 

De cara al congreso constituyente de los movimientos ambientalistas, sociales y ecologistas por la paz y la vida a celebrarse en Caracas

Venezuela y sus responsabilidades frente al cambio climático

Sociedad Homo et Natura

Las auditorías energéticas disponibles en Venezuela datan desde 1996 el aporte
del CO2 y CH4 de origen petrolero y gasífero debido a su proceso de extracción y
refinación, en la evolución de las emisiones que se han podido inventariar en el país, y
en menor grado las fuentes por generación eléctrica, siendo el sector empresarial el
responsable del 32,8% del total (MINAMB, 2005:116). En el informe GEO, reseña que
en 1999 Venezuela completó el Primer Inventario Nacional de Emisiones de Gases de
Efecto Invernadero. Los resultados indicaron que las emisiones totales de CO2
alcanzaron 31.131 Gg de CO2 (114.147 Gg de CO2), lo que representó el 0,48% de las
emisiones globales del planeta (PNUMA, 2010:112). Esto indica que el país es un
emisor menor y sin responsabilidades directas en el marco del protocolo de Kyoto.

Venezuela firmó la adhesión al Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre
Cambio Climático según Gaceta Oficial de la República de Venezuela No. 4.825
Extraordinaria del 2 de diciembre de 1994 y el Protocolo de Kyoto en el año 2004
según Gaceta Oficial No. 38.081 por el presidente Chávez que entro en vigencia a partir
de 2005. En efecto, la crisis climática que reporta el 4to. Informe del IPCC del 2007 da
píe para entender que la atmósfera es uno de los sumideros en la era industrial,
justificados por las ciencias económicas y el progreso del positivismo lógico frente a los
procesos ecológicos de la naturaleza, los patrones de consumo y degradación de
bosques, junto a los impactos y respuestas al sistema terrestre que hacen poco resiente
muchas áreas urbanizadas y desconociendo los efectos colaterales caóticos para la
biodiversidad y estabilidad climática en escenarios con más de 2°C en la temperatura
promedio global, caracterizando el fenómeno del cambio climático a razones antropogénicas (2007:26).

Venezuela, al ubicarse como quinto productor mundial de petróleo al ser
miembro de la OPEP es el país con las mayores reservas probadas de crudo en el
hemisferio occidental y el mundo, posicionándose para el 2012 en 297.735 mil millones
de barriles (MMbls), con una producción anual para ese año de 1.063 MMbls (2.905
MDB) y refinando para el mercado interno un total de 932 millones de barriles diarios
(PDVSA, 2013). Esto nos acerca a una idea de la magnitud y capacidad de producción
y consume que mantiene el país, reconociéndose por el mismo ente que en casi un siglo
(1914) de explotación petrolera del subsuelo venezolano se han extraído unos 67.076
MMbls (PDVSA, 2013:35) lo que presupone la idea de dos siglos más de extracción,
refinación, comercialización y consumo a nivel mundial y regional de este recurso no renovable.

Las emisiones de GEI contienen una variedad, tanto en sus fuentes como en sus
efectos sobre la dinámica de la atmósfera, los ecosistemas y demás componentes
terrestres. Es injusto inclinar la balanza de las responsabilidades en dichas emisiones a
pequeños países no industrializados, pero estos fungen como exportadores de materias
primas y receptores de las manufacturas globales, con una gran carga ética de asumir
posiciones, al estar Venezuela reconocida bajo el “eje internacional del dióxido de
carbono” (Martínez Alier, 2009:198) frente al fenómeno del cambio climático y sus
implicaciones sobre la biodiversidad y la salud de las poblaciones locales.

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La “isla urbana de calor” representa a pequeña escala, la influencia de los distintos
gases que emiten los parques automotores de las ciudades, forman parte de muchos de
los contaminantes precursores de agentes degradantes de la capa de ozono troposférico,
sustancias acidificantes de la lluvia y partículas de plomo terrestre, entre muchos otros
de alta toxicidad, y cuya cotidianidad de la vida en las urbes afecta muy negativamente
a la calidad del aire en los entornos urbanos-metropolitanos, con efectos nefastos sobre
la salud, especialmente en personas mayores e infantes.

Del primer congreso nacional ecologista a desarrollarse del 9 al 11 de mayo en
Caracas deben salir propuestas claras que apunten a revertir los graves daños que viene
sufriendo la calidad del aire en las ciudades venezolanas por el despilfarro de
combustibles que tiene el parque automotor en el país, reforzando las llamadas “islas
urbanas de calor”. Además de dar cumplimiento a los compromisos asumidos por la
nación frente al cambio climático global, dicho congreso no debe ser una agenda en
blanco que llevará el presidente Maduro a la COP20 en Perú para seguir avalando la
condición de productor mundial de petróleo y desviar la responsabilidad ambiental por
parte de PDVSA.

Este congreso debe marcar de una buena vez el punto de partida para superar el
modelo extractivista-rentista, rechazando la apertura de nuevas minas de carbón y
centrales carboeléctricas altamente contaminantes, regenerar los bosques y territorios
indígenas de los 41 pueblos originarios presentes, en especial los ubicados en la Faja
Petrolífera del Orinoco, como garantía de justicia histórica, ciclos hídricos y frontera
bio-social de la nación.

El país esta sumido en la economía de puerto por la fuerte dependencia sobre las
exportaciones, victima de los embates de las oligarquías económicas criollas y
trasnacionales, con una gran oportunidad de dar un salto cualitativo en los enfoques de
las políticas energéticas y de una producción limpia y sostenible casa adentro, pues si
no ocurrió tras el paro petrolero del 2002 por las “coyunturas”, doce años después
vemos las graves consecuencias en nuestras ciudades congestionadas y perdida de la
calidad de vida en los entornos rurales por la ausencia de políticas de vuelta al campo y
sembrar verdaderamente el petróleo, pues la tendencia a migrar y vivir en las ciudades continúa.

Lusbi Portillo
Sociedad Homo et Natura
homoetnatura@gmail.com 

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